Entre los libros que han caído en
mis manos tras mi reciente cumpleaños, este de José Antonio Pascual, académico de la RAE, ha sido el primero que
elegí para leer. Un libro ameno, fácil de leer y entretenido. La empresa no era
fácil: en estos libros tan especializados se corre el riesgo de que la lectura
se vuelva farragosa y/o demasiado erudita. El vicedirector de la docta casa ha
sabido conjugar saber y divulgación: podemos aprender a diferenciar, por
ejemplo, entre creedor, crédulo y
creyente; reflexionar sobre el significado etimológico de culpable (“que puede tener culpa” y no
que la tenga, como entendemos todos al escuchar esa palabra); el origen de bombardear, que nada tiene que ver con bomba, contra lo que parece o cómo el
cambio del nombre de Parque Biológico de
Madrid por Faunia hizo que se formaran
largas colas a la entrada, adonde antes no iba nadie.
Ahora bien, encontrarse en un
libro de un lexicógrafo de reconocido prestigio, académico y vicedirector de la
RAE errores sintácticos es algo que no parece de recibo. ¿Ya no se corrigen los
libros? ¿Ya no existen las pruebas de imprenta? En mi opinión, lo que ocurre es
lo que yo les digo a mis alumnos: “Word
tiene un memorión y te detecta una palabra que no tiene en su memoria, pero de
sintaxis no tiene ni idea”. Hasta
¡seis veces! yerra el autor en un vicio del que ya dimos cuenta en este mismo blog:
“(…) que dispuesto a seguir
enseñando le pone las cosas fáciles a quienes piensa que podrían ser sus
posibles alumnos”. (pág. 18)
“(…) cuando vemos que eso le
ocurre a los demás”. (pág. 43)
“El contexto es decisivo para que
podamos darle la vuelta a algunos significados…”. (pág. 56)
“Estamos trasteando las cuerdas
de la guitarra para ver si podemos sacarle nuevos acordes…” (pág. 121)
“(…) de que disfruta mucha gente
poniéndole a los demás los puntos sobre las íes”. (pág. 208)
“Sentido que le cuadra a las
palabras que se acogen en un apartado del libro”. (pág. 217)
¿Habrá que ir planteándose
enterrar la “-s” del pronombre CI plural?
Por favor Padre, perdóneme porque seguro que he pecado. Creo que he cometido este error alguna vez.
ResponderEliminarTe perdono, hijo mío. Reza un avemaría y copia cien veces: No volveré a hacerlo.
ResponderEliminarMe entusiasma tu entrada de hoy, PPK. Es un tema que me llena de interés y de pánico. Lo primero por razones obvias: me gusta juntar letras. Y lo segundo, porque con todo lo interesado que estoy por la escritura, soy consciente de que con los años he ido enriqueciendo quizás un poco la musicalidad con la que pretendo escribir, la expresividad e incluso hasta el léxico; pero creo que la buena sintaxis la he descuidado. En eso me he dejado llevar por el ambiente, lo reconozco.
ResponderEliminarSé que no es lo mismo que tú planteas, pero no te puedes imaginar el calvario que es para los hablantes/escribientes de la zona de Valladolid/Segovia, como lo soy yo, la cuestión de los leísmos, laísmos y loísmos. Es imposible. Si quieres ser correcto te pasas horas delante de tu propio texto muchas veces sin saber si estás acertando.
En cuanto a lo que planteas... si no lo he entendido mal, se trata de que ese "le" se ve atraído por el sujeto (singular) y no por el C.I. (plural), como debería... ¿Es eso? Si es eso, resulta que entiendo el error, porque desde mi "gramática inventada" lo veo muy lógico. ¡Cuántas cosas, Dios mío!
Lo has explicado perfectamente, Swann. Para no ser filólogo has hecho un diagnóstico perfecto.
EliminarEn cuanto al comentario de Fer (como lo ha escrito no sé si se me escapa la posible ironía), quisiera comentarte que es cierto que cualquiera se equivoca; todos. Como titulo la entrada "El mejor escribano echa un borrón..." El problema es aún más grave si el escribano es el vicedirector de la RAE. ¿Quién vigila al vigilante? Suelo ser benevolente con los errores de mis alumnos, pero que una autoridad se equivoque seis veces seis (como en los toros) en el mismo sitio indica, cuando menos, poca atención al escribir, al corregir y no me atrevo a decir que hay cierto desconocimiento, pero seis errores son muchos. Sobre todo, si es el mismo.
¿Has rezado ya el avemaría?
He rezado el avemaría, me he dado golpes contra la pared y he realizado las copias como el maese indicó. Al margen he de decir que no había ironía en mis palabras sino reconocimiento de un hecho. Creo que la lengua es uno de nuestros mas preciosos bienes y que hay que cuidarla, y sobre todo que debemos enmendar nuestros errores cuando se incurre en ellos. Y si hay una cosa en la que nunca me ha importado que se me corrija es precisamente en este campo, prefiero pasar por burro y que se me enmiende a creer que quedo como académico siendo asno. O prefiero cerrar la boca y parecer tonto a abrirla y demostrar que lo soy.
EliminarPara terminar, y como dice Swann, yo también tengo mis grandes problemas con los le-la-lo.
Para cerrar y aclarando: vuestro laísmo, leísmo o loísmo son como mi confusión entre dejar/quedar o mi ausencia total de -s final: dialectalismos; es decir, rasgos propios de distintas formas de hablar una lengua.
EliminarEl error en que incurre el autor del libro es la falta de concordancia entre un pronombre CI y su sintagma de referencia. Pongamos por caso el último de la lista: Si "le" se refiere, como se refiere, a "las palabras", ¿qué motivo lleva al académico a dejarlo en singular?
Repito, a cualquiera le puede pasar...lo raro es que ocurra con tanta frecuencia en tan poco espacio.
Para los que somos docentes, este es un tema de máxima importancia....y preocupación. Ayer mismo comentaba con unos colegas las innumerables ocasiones que veo escrito "vamos haber", cuando en realidad se quiere decir "vamos a ver". Y de estas, muchas...
ResponderEliminarSi no fuera estudiante me encantaría ser lexicógrafa.
ResponderEliminarEspera... ¡igual estoy a tiempo!
Me interesa mucho el libro de José Antonio Pascual. Lo buscaré.
Sobre lo de dejar/quedar que comentas, he de reconocer que antes también los utilizaba sin orden ni concierto pero ya prácticamente solo se me escapan cuando estoy entre churretines (y acto seguido, me autoflagelo).