miércoles, 30 de octubre de 2013

Versionando a los Beatles (III). Bee Gees


Entre los muchos discos que ofrecen versiones de los Beatles, este que comentamos hoy es de los más mediocres. El disco doble, banda sonora de la película que perpetraron los Bee Gees junto a Peter Frampton, deja muy pocos temas salvables. En mi opinión, solo tres. Justamente los tres que nada tienen que ver con los australianos y el guitarrista británico; a saber: Get Back, interpretada por Billy Preston, que ya participó en la versión original como teclista; Got to get you into my life, meritoria versión de Earth, Wind and Fire y Come together en versión de Aerosmith, que está a la altura de la original. Del resto, lo mejor que se puede destacar es su mediocridad. Pero algunos casos son lastimosos.
La versión que Sandy Farina hace de Here comes the sun no está mal; pero, en mi opinión ese bajo tan funky rechina en este tema. En Mean Mr. Mustard utilizan como voz principal la de un tal Frankie Howerd, tamizada con un inventó que se utilizó hasta la saciedad en los 70: me refiero a un filtro que “robotizaba” la voz. Pero el artefacto en cuestión se llega a utilizar en un tema de corte tan clásico como She´s leaving home, lo cual ya me parece que roza la aberración y el mal gusto. No me acostumbro a escuchar A day in the life en falsete.  Por último, Robin Gibb se permite destrozar, a mi juicio, la mejor interpretación vocal de Paul McCartney: Oh! Darling. Dicen los americanos, tan pragmáticos ellos, que “If it works, don´t fix it”; o sea, que si algo funciona, no lo arregles. ¡Qué necesidad tenían estos muchachos de destrozar ese portento de poderío vocal! Una canción con el desgarro, con la fuerza de la que estamos hablando se queda en nada; se vuelve ñoña, edulcorada. De los arreglos de viento y metal, mejor no hablar.
Y en relación con esto último,  lo que más me apena: los arreglos del disco y la producción corren a cargo de un tal…George Martin.

sábado, 26 de octubre de 2013

Un churretín “embozado” en El Quijote


No es la primera vez que hablamos aquí de la magna obra cervantina. Pero en este caso lo vamos a volver a hacer por lo que nos toca: Alfredo Baras, en su artículo “Don Diego de Miranda y su hijo don Lorenzo, discretos caballeros de la Mancha”, sospecha que el caballero del verde gabán que aparece en la segunda parte de El Quijote esconde tras de sí la figura de Alonso Ramírez de Prado, padre de Lorenzo Ramírez de Prado, poeta de la corte madrileña del XVII. Ambos, padre e hijo, son naturales de Zafra (aunque Cervantes, seguramente por razones de voluntad artística, los hace originarios de la Mancha).
Alonso Ramírez tuvo un rápido ascenso político gracias a su amistad con el Duque de Lerma, que le llevó a ocupar cargos relevantes en la hacienda pública. Recibió el encargo, junto a Pedro Franqueza, de sanear las arcas reales, por aquel entonces a punto de la bancarrota. Pero el resultado fue que las arcas que se sanearon fueron las de los dos “amigos” del valido del rey. Ambos fueron detenidos y encarcelados, acusados de cohecho y enriquecimiento ilícito. Nuestro paisano murió en 1608 en Alcalá de Henares (una ironía del destino), en la prisión de la Alameda. Años después fue declarado inocente y a sus herederos se les restablecieron todos sus derechos y privilegios.
Si la hipótesis de Baras fuera cierta, Cervantes inmortalizó a este churretín para siempre.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Adivina, adivinanza (XII). Solo para muy expertos

¿Qué canción de su padre, con los Beatles o en solitario, prefieren los dos vástagos de John Lennon?

sábado, 19 de octubre de 2013

Biblioppk (XII). Querido Salvador, Querido Lorquito


La relación entre estos dos geniales artistas se ve algo iluminada gracias a este epistolario publicado meses atrás. Digo algo, porque hay un enorme desequilibrio entre las cartas conservadas que escribió el pintor y las que le envió el granadino. Parece ser que alguien, probablemente Gala, metió (literalmente) la tijera en esas cartas. Se encontró hace años una anotación de Lorca en la que se leía: “Gala no me gusta”; a la vista está que el sentimiento era mutuo.
Estas cartas nos podrían haber completado el ambiguo trato que se dispensan ambos artistas. No sabemos a qué se refiere Lorca cuando le dice: “Me he portado contigo como un burro indecente”. Las mentes más calenturientas ya estarán elucubrando qué hecho motiva esas palabras. Por su parte, el de Figueras no se queda atrás: “Tú eres una borrasca cristiana y necesitas de mi paganismo. La última temporada en Madrid te entregaste a lo que no te debiste entregar nunca. Yo iré a buscarte para hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres bestias estarán ateridas”.  Demasiado metafórico ¿no? Para terminar de arreglarlo, en carta publicada en 1986 en El País, Dalí afirmaba que “fue un amor erótico y trágico, por el hecho de no poderlo compartir”.
Hay lugar también para las dotes adivinatorias de Dalí: “publica tus libros, eso te puede dar fama… América, etc. (…) todo Dios te estrenará lo que hagas”, le dice en 1926. Incluso se permite una crítica literaria del Romancero gitano, además de dedicarles unas palabras, nada amables, a dos monstruos de nuestra poesía: Juan Ramón y Rubén. Con el onubense se despacha así: “jefe máximo de la putrefacción poética”; al autor de Cantos de vida y esperanza  le llama “gran vulgar  y puerco”. También  se hace referencia en el libro a una entrevista de Ian Gibson con Dalí, donde este le cuenta al hispanista irlandés una relación heterosexual del poeta granadino con Margarita Manso… con el pintor ampurdanés como testigo.
También sabremos, gracias a una carta que el padre de Dalí le escribe al poeta,  por qué le expulsó de la casa familiar: en una exposición puso el joven iconoclasta en un cuadro "Yo escupo sobre mi madre".
En fin, un epistolario que descubre algunos flecos de la biografía de dos de los genios españoles del XX, pero que deja más sombras que luces.

jueves, 17 de octubre de 2013

Etimologías inciertas (III). Breves minutos


De todos es sabido que el tiempo es oro y más en televisión, como rezaba el título de un magnífico programa del malogrado Constantino Romero. Pero entre lo valioso que es un minuto en televisión y lo hiperbólico del lenguaje publicitario, sumado al afán de todas las cadenas de figurar en lo más alto del “share” (reparto de la tarta televisiva en un momento determinado del día), hemos dado con una expresión que, a fuerza de escucharla, la hemos hecho nuestra admitiendo lo inadmisible. ¿Cuántas veces nos han dicho en televisión aquello de “volvemos en breves minutos”? Hasta la invención de la televisión, incluso bastante después, los minutos tenían 60 segundos. TODOS. No los había más cortos y más largos. Pues bien, de un tiempo a esta parte, la publicidad que nos ponen entre programa y programa dura breves minutos, es decir, minutos de 50 segundos o menos. Digo yo.

domingo, 13 de octubre de 2013

Adivina, adivinanza (XI).

¿Qué une a Francesco Petrarca, poeta italiano del XIV, a Lluis Llach, cantautor catalán y a Raphael, cantante andaluz?
Hay que razonar la respuesta.

PD) Solo es una palabra.

martes, 1 de octubre de 2013

Biblioppk (XI). Baile de máscaras


Baile de máscaras es el tercer poemario publicado por el zafrense José Manuel Díez. Con él ha ganado el XXVIII Premio de Poesía Hiperión. No es un premio menor. Es, seguramente junto al Adonais, el más importante en nuestro país; al menos en lo que a poesía se refiere.
El libro se abre con tres citas (Poe, Schumann y Gonzalo Rojas) en las que aparece el sintagma que da título al poemario. Es una declaración de intenciones: el poeta va a hablar de sí mismo, pero también de nosotros, del género humano. Y lo va a hacer escondido tras unas máscaras, que le servirán para hablar del amor, de la soledad, de la solidaridad, de la poesía…
El libro se estructura en 39 poemas, ordenados cronológicamente desde el siglo XIII hasta el momento actual. Los títulos,  larguísimos al modo dieciochesco, presentan un personaje histórico (ficticio o no), al que usará el poeta para hablar por su boca. Todos van fechados y acotados en el espacio. Por él desfilan Góngora, Freud, Chopin, Rimbaud, Casanova, Sartre, Sylvia Plath, Neruda, Huidobro y una larga nómina de personajes.
Aparecen, a través de los ojos de otros personajes, los miedos del poeta: el miedo a amar, el miedo a dejar de ser uno mismo, el miedo a no recordar y, por ende, a no haber vivido; pero también, la fe en la palabra poética, en sí mismo como creador, en la solidaridad humana, la felicidad en lo nimio… Es una poesía desnuda de rima, pero con un marcado ritmo musical; no en vano, el poeta es también músico. Y se le nota.
Por último, algo muy de agradecer: en la poesía contemporánea se achaca a los poetas que las referencias de sus poemas se pierden, por eso se hace hermética la poesía actual. Pero no es este el caso. Los poemas se leen bien, “se comprenden” y, por si acaso, el poeta añade a modo de colofón, un apartado, “Acotaciones”,  donde aparece una dedicatoria de cada poema, que si bien no “explica” el poema, sí  deja entrever qué se esconde tras cada máscara. Todo más claro, que diría Pedro Salinas.