Don Quijote y la fuerza del sino
Encontrose el virtuoso caballero, junto a su leal escudero,
presto a emprender su camino de huida hacia Sierra Morena. Ambos vasallos del
miedo, pese a que uno lo revelaba y otro lo ocultaba, conversaban sobre la posibilidad
de que la Inquisición allí los encontrara y condenara por haber liberado a tal
panda de malhechores como los galeotes habían resultado ser. Puestos ya en
camino, se topan con el acervo de quien parece ser individuo acomodado y entre
cuyas pertenencias hallan un cuaderno, objeto que no tarda en ser husmeado por
el hidalgo. Sancho, sin embargo, parece encontrarse ensimismado en la
admiración de una bolsa de oro.
En esta
cabalística atmósfera por la incertidumbre acerca de la procedencia de estos
enseres, Don Quijote manifiesta el incalculable valor de la historia allí
plasmada, fingiendo entender palabra alguna de la que en el cuaderno se
encontraba. Desconocían, cierto es, el endiablado lenguaje empleado; mas
siguieron todos los pasos allí reseñados, vivieron todas las aventuras allí
descritas. La novela que el caballero sustentaba entre sus manos, de cuyo
título no quiero acordarme, estaba por ellos determinada, ¿o esta les
determinaba?
Belén
Domínguez
Es contado por las
gentes del lugar de la Mancha que fue visto un hombre de constitución ancha
entre las filas del paro, alegando haber sido despedido de su trabajo de
escudero tras ser acusado de loco por su señor.
María
Rincón
Del
donoso escrutinio de la biblioteca del cura y el barbero
Los libros caían a la
hoguera como si de troncos de leña se tratase. Para Alonso Quijano todas esas
novelas merecían la condena del fuego. Su barba le llegaba hasta los pies.
Mientras tanto, don Nicolás de la Mancha y su compañero de aventuras, Pedro
Pérez, cabalgaban hacia Barcelona en busca de la dama que había conseguido
enamorar a don Nicolás, una tal Magdalena.
Mercedes
Peláez
¡Últimas
noticias!
¡Don Quijote no murió!
Al parecer, a Cervantes no le terminaron de contar del todo la historia de
Hamete Benengeli. Parece ser que el último
suspiro de Don Quijote contado en la novela fue en realidad un desmayo
repentino del hidalgo al llegar tan exhausto de la batalla con el Caballero de
la Media Luna. Según fuentes locales, Don Quijote despertó en su locura y sus
más allegados se vieron obligados a ingresarle en un centro psiquiátrico. Según
fuentes cercanas al centro, Don Quijote no para de confundir a enfermeras con
Dulcinea y a los médicos con hechiceros -Mi
amo no está loco y exige que le saquen de este sitio inhumano- afirmaba un
tal Rogelio Rodríguez, que se hacía llamar Sancho a la entrada del centro a las
preguntas de los medios de comunicación instalados a las afueras del recinto,
por lo que podemos afirmar que la locura se pega. Tras hablar con un psicólogo,
hemos realizado una receta contra la locura que se basa en la prohibición total
de la lectura de novelas de caballería, mucho pan y mucho queso.
María
Luisa Barrena
-Aquí tienes- le dijo.
-Muchas gracias, pero
¿cómo lo has conseguido?
-Ha sido fácil; dormía
y se lo quité. Lo escondí por aquí cerca; luego le mandé a llevar una carta a
Dulcinea y le presté mi Rocinante. Tardará en volver unos tres días, tiempo que
tenemos para ir a la aldea de aquí al lado y seguir con lo nuestro.
Pero Sancho tuvo un
problema con Rocinante y no pudo continuar su camino. Y, de regreso, se topó
con su amo, Ginés y su rucio.
Y así fue cómo se supo
que Don Quijote se hacía llamar Josema Carrón y era un famoso estafador.
Lidia
Olmedo
Trata de la aventura
que más satisfacción dio a Don Quijote de cuantas hasta entonces le habían
sucedido
“Sepan vuesas mercedes
que, cuando vi en la lejanía la triste figura del caballero, arremetí contra él
de tal guisa que de una sola lanzada quedó derrotado el Caballero de la Blanca
Luna”.
Paula
Alejandre
Vivir
cuerdo, morir loco
Allí, en su lecho de
muerte, Alonso Quijano el bueno, que siempre se caracterizó por su
racionalidad, pronunció las siguientes palabras:
-Don Quijote de la
Mancha soy y si conocer mis historias queréis, a Cide Hamete Benengeli debéis
recurrir.
Todas las personas que
lo rodeaban, ama, sobrina y sacerdote, quedaron tan desconcertadas que ni
tiempo tuvieron para reaccionar ante tal delirio.
De este modo, Alonso
Quijano murió dejando aquel enigma jamás resuelto.
María
Rodríguez
Belianís
de la negra sotana
El
cura sostuvo el primer tomo que le dio maese Nicolás; no tardó en reconocerlo.
Pidió al ama que cerrase la ventana y que apagase la hoguera.
Comprendió
que había hallado en aquella habitación un tesoro y que muchos de aquellos
libros no merecían ser quemados. Él, un hombre docto, se propuso revisarlos uno
a uno para comprobar si eran la verdadera causa de la locura del caballero.
Tres semanas tardé en
sacarlo a caballo con la intención dar a conocer sus aventuras. Mi idea no era
otra que publicar la historia de un loco que, para arreglar el mundo, confía
más en una sotana que en una armadura.
Carmen
Parra