“Huésped” fue la primera palabra que me encontré, hace ya
muchos años, de lo que podríamos llamar “palabra bifronte” o “autoantónima”. “Huésped”
designa tanto a la persona que hospeda como a la hospedada. Ya hace algún tiempo
hablábamos aquí de otro caso, la palabra “nimio”, de lo que el filósofo Roberto
Rojo llamó palabras jánicas. Les dio este nombre porque al dios Jano se le
representa con dos caras que miran en sentidos opuestos.
Hay una larga lista de este tipo de palabras en nuestra
lengua:
a) Enervar: En un principio, por su etimología,
significaba “quitar la fuerza”, o sea, “debilitar”. Pero lo cierto es que el
sentido mayoritario que se le da hoy es justamente el contrario, es decir, “encender
el ánimo”, “alterar”.
b) Alquilar: Si alguien dice: “He alquilado un
piso”, ¿qué debemos entender? ¿Yo soy el propietario o el inquilino?
c) Progenie: “Casta, generación
o familia de la
cual se origina o desciende
una persona” (DRAE).
No hay más que añadir.
d) Álgido: “Crítico o culminante” según el DRAE.
Aunque sea en sentido figurado, asociamos lo culminante al calor. Pues bien, “álgido”
significa “muy frío”.
e) Espirar: Las acepciones 4 y 6 del actual DRAE
son diametralmente opuestas. En una se dice que significa “atraer el aire
exterior a los pulmones”; en la otra, que significa “expeler el aire aspirado”.
f) Nictálope: 1.- Que ve mejor
de noche que de
día. 2.- Que tiene dificultad para
ver de noche o
con luz escasa. Estas
son las dos acepciones que aparecen en el DRAE. No ayudan mucho, la verdad.
En fin, que yo que en mis clases de Lengua insisto a mis
alumnos en la importancia de ser precisos, de evitar la ambigüedad (salvo que sea
calculada) para no dar al interlocutor la posibilidad de interpretarnos mal, me
encuentro con este ramillete de palabras juguetonas que valen lo mismo para un
roto que para un descosido.
Otro día hablaremos de confesional y laico.
Otro día hablaremos de confesional y laico.
Curiosísimo. No conocía estas tesituras semánticas.
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