No es la
primera vez que hablamos aquí de la magna obra cervantina. Pero en este caso lo
vamos a volver a hacer por lo que nos toca: Alfredo Baras, en su artículo “Don
Diego de Miranda y su hijo don Lorenzo, discretos caballeros de la Mancha”,
sospecha que el caballero del verde gabán que aparece en la segunda parte de El Quijote esconde tras de sí la figura
de Alonso Ramírez de Prado, padre de
Lorenzo Ramírez de Prado, poeta de
la corte madrileña del XVII. Ambos, padre e hijo, son naturales de Zafra
(aunque Cervantes, seguramente por
razones de voluntad artística, los hace originarios de la Mancha).
Alonso Ramírez
tuvo un rápido ascenso político gracias a su amistad con el Duque de Lerma, que le llevó a ocupar
cargos relevantes en la hacienda pública. Recibió el encargo, junto a Pedro Franqueza, de sanear las arcas
reales, por aquel entonces a punto de la bancarrota. Pero el resultado fue que
las arcas que se sanearon fueron las de los dos “amigos” del valido del rey.
Ambos fueron detenidos y encarcelados, acusados de cohecho y enriquecimiento
ilícito. Nuestro paisano murió en 1608 en Alcalá de Henares (una ironía del
destino), en la prisión de la Alameda. Años después fue declarado inocente y a
sus herederos se les restablecieron todos sus derechos y privilegios.
Si la
hipótesis de Baras fuera cierta, Cervantes inmortalizó a este churretín para siempre.
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