La relación entre estos dos
geniales artistas se ve algo iluminada gracias a este epistolario publicado
meses atrás. Digo algo, porque hay un enorme desequilibrio entre las cartas
conservadas que escribió el pintor y las que le envió el granadino. Parece ser
que alguien, probablemente Gala,
metió (literalmente) la tijera en esas cartas. Se encontró hace años una
anotación de Lorca en la que se leía: “Gala
no me gusta”; a la vista está que el sentimiento era mutuo.
Estas cartas nos podrían haber
completado el ambiguo trato que se dispensan ambos artistas. No sabemos a qué
se refiere Lorca cuando le dice: “Me he
portado contigo como un burro indecente”. Las mentes más calenturientas ya
estarán elucubrando qué hecho motiva esas palabras. Por su parte, el de Figueras
no se queda atrás: “Tú eres una borrasca
cristiana y necesitas de mi paganismo. La última temporada en Madrid te
entregaste a lo que no te debiste entregar nunca. Yo iré a buscarte para
hacerte una cura de mar. Será invierno y encenderemos lumbre. Las pobres
bestias estarán ateridas”. Demasiado
metafórico ¿no? Para terminar de arreglarlo, en carta publicada en 1986 en El País, Dalí afirmaba que “fue un amor erótico y trágico, por el hecho
de no poderlo compartir”.
Hay lugar también para las dotes adivinatorias
de Dalí: “publica tus libros, eso te puede dar fama… América, etc. (…) todo Dios
te estrenará lo que hagas”, le dice en 1926. Incluso se permite una crítica
literaria del Romancero gitano,
además de dedicarles unas palabras, nada amables, a dos monstruos de nuestra
poesía: Juan Ramón y Rubén. Con el onubense se despacha así:
“jefe máximo de la putrefacción poética”;
al autor de Cantos de vida y esperanza le llama “gran
vulgar y puerco”. También se hace referencia en el libro a una entrevista de Ian Gibson con Dalí, donde este le
cuenta al hispanista irlandés una relación heterosexual del poeta granadino con
Margarita Manso… con el pintor
ampurdanés como testigo.
También sabremos, gracias a una carta que el padre de Dalí le escribe al poeta, por qué le expulsó de la casa familiar: en una exposición puso el joven iconoclasta en un cuadro "Yo escupo sobre mi madre".
En fin, un epistolario que
descubre algunos flecos de la biografía de dos de los genios españoles del XX,
pero que deja más sombras que luces.
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