Estas palabras las pronunció el diputado
más veterano de este país, Alfonso Guerra. Producen asco y vergüenza
ajena esas palabras salidas de la boca de quien en el verano de 2011 votó,
junto con todos sus compañeros del PSOE y todos los diputados del PP,
la reforma de la Constitución española, en su artículo 135. En resumen,
se podría decir que aquella reforma ponía un límite al endeudamiento del
país y se comprometía a pagar la deuda externa antes que cualquier otra
cosa, incluso aunque se muera la gente.
Siempre fue un bocazas. Y, ahora, no va a dejar de serlo. Lo más lamentable es el crédito que tiene este señor entre sus correligionarios.
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