domingo, 31 de julio de 2011

Dignidad e indignidad (I)

12 de octubre de 1936. Paraninfo de la Universidad de Salamanca.

     Después de escuchar la alocución de Millán Astray,  Miguel de Unamuno  (al que le quedaban apenas tres meses de vida), sentado al lado de Carmen Polo, esposa de Franco, se levantó con una cuartilla en la mano, donde había esbozado algunos conceptos del discurso del legionario que pretendía aclarar. Estas son algunas de las cosas que dijo el profesor vasco:
"Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia”.
“El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa”.
"Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."

12 de octubre de 1936. Paraninfo de la Universidad de Sevilla.

     Jorge Guillén, que ha sido detenido en Pamplona durante cuatro días el mes anterior, llega a Sevilla y se dirige así al Visir de Marruecos:
“La admiración con que son recibidos los representantes de este Islam tan íntimamente vinculado al solar español, tan firmemente adictos a la causa española”.
     Tras estas palabras, se dirige al general Queipo de Llano en los siguientes términos:
“Y ahora un saludo respetuoso, pero también muy respetuosamente cordial y entusiasta, al excelentísimo señor general, si tan admirado en el territorio de la nueva España, más querido aún en Sevilla, donde el corazón de cada habitante le dedica un afecto que parece ya el resultado de un trato personal”.
     Más adelante dirá:
“¿Cómo no mencionar en esta fiesta de 1936 el acontecimiento más reciente que mejor patentiza la inextinguible fortaleza de una raza inextinguible? Con los defensores y ganadores de Toledo se sienten unidos en la más honda, grave, más decisiva unanimidad todos los defensores y ganadores de la España que no quiere perecer”.
     Años más tarde se molestaría con Juan Ramón, que le afeó su actitud ese día de 1936.

1 comentario:

  1. Enhorabuena por el blog, en el que espero participar con frecuencia. Muy acertada la comparación entre nuestro admirado Unamuno y Guillén. Abrazos.Rafa

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